Reiteran urgencia sobre un Plan Integral contra el recale masivo de la macroalga en las costas de Quintana Roo.
A 6 años del primer impacto del recale masivo de sargazo en las costas de Quintana Roo, especialista reitera urgencia de una estrategia integral entre los 3 órdenes de gobierno, la industria hotelera y la comunidad, coordinación que no se ha logrado concretar en medio del segundo año de la crisis social y turística por la pandemia del Covid-19 y proyecciones de arribazon de dimensiones similares al 2019.
Brigitte Von Tussenbroek, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Quintana Roo, señaló incluso que se necesita un centro de análisis multidisciplinario que concentre y evalúe la experiencia de estrategias exitosas y erradas que se han ejecutado de forma desarticulada por parte de gobiernos e iniciativa privada durante el último lustro.
La especialista explicó que se proyecta que el primer impacto masivo del 2021, se registre a finales de abril de acuerdo al monitoreo satelital, que ubica a inicios de marzo grandes manchas sobre las Islas de Guadalupe en el Caribe, y en dos meses la velocidad del viento y las corrientes las arrastre hacia las costas de Quintana Roo.
“El problema es que cada municipio lo hace a su manera y no es mala fe, pero cada vez se trata de reinventar otra vez lo que la gestión anterior o el municipio vecino ya hizo. Por lo menos falta un centro donde se acumulen todas las experiencias, y cuales son las mejores prácticas que funcionan y mejor coordinación entre todos los responsables de esto. Y como te dije una panel integral de las barreras, Falta coordinación y ésta muchas veces funciona mejor si un órgano superior lo facilita y esto no ha ocurrido”, subrayó Von Tussenbroek.
Incluso señaló que todavía no se cuenta en realidad con un estudio a fondo sobre lo que se necesita para hacer viable la recolecta de sargazo en altamar; enfatizando que también falta implementar programas para generar una economía “sargacera”, pues aunque existen muchas iniciativas, éstas continuan siendo muy pequeñas y también aisladas, además de que no hay incentivos para transformar el sargazo en algo útil, que permita tener un impacto menor o al menos amortiguar la problemática.